El 27 de abril se cumplió el tercer aniversario de la canonización de Juan Pablo II. El proceso de la instrucción de la causa fue uno de los más cortos en la historia moderna de la Iglesia. Durante la misa de canonización, el Papa Francisco llamó a Juan Pablo II “el Papa de la familia” («il Papa della famiglia») con el objeto de destacar la extraordinaria aportación de Juan Pablo II a la reflexión contemporánea de la Iglesia acerca del matrimonio, la familia, la interpretación de la sexualidad humana, la diferencia de género y la fecundidad. Desgraciadamente, este gran legado ya no es, o quizás nunca ha sido, aceptado por toda la Iglesia.
El 25 de mayo de 2015, en la Universidad Gregoriana de los jesuitas, de Roma, se celebró una conferencia internacional “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo moderno”. El simposio fue organizado por los presidentes de tres episcopados europeos: francés, alemán y suizo. Su objetivo consistía en la preparación del Sínodo Ordinario de los obispos dedicado al tema de la familia, que tuvo lugar en octubre de 2016. Las ponencias publicadas en las páginas de las tres conferencias episcopales, arriba mencionadas, reflejan que el propósito principal era la presentación de la teología del matrimonio y familia alternativa frente a la postulada por Juan Pablo II.
Durante la sesión, se escucharon llamamientos a la revisión del magisterio de la encíclica de Pablo VI Humanae vitae, tan importante para Juan Pablo II y su teología del matrimonio. Las propuestas de este tipo aludían a la idea de conciencia creativa y la argumentación proporcional – ambas teorías fueron descritas y rechazadas por Juan Pablo II, en su encíclica Veritatis splendor, considerándolas erróneas. Algunos de los ponentes postulaban renunciar, en la teología católica del matrimonio, a las imágenes bíblicas del matrimonio; matrimonio como imago Trinitatis o matrimonio como imagen del amor de Dios (Cristo) hacia su pueblo (Iglesia).
Este tipo conceptos, en opinión de los ponentes, representan un cierto ideal que poco expresa la realidad de los matrimonios cristianos. En un contexto parecido – el rechazo del ideal en pro de una valiente confrontación con la gris cotidianidad – surgió el argumento, de que la interpretación del amor conyugal como una ofrenda de uno mismo, es una carga insoportable para los jóvenes de hoy. Una indiscriminada aceptación, por parte de los participantes en la conferencia, del postulado de administrar la comunión a los divorciados o casados de nuevo acompañaba a los supuestos de la sobreestimación ética de tales comportamientos, hasta ahora considerados pecaminosos, como la convivencia sexual antes del matrimonio y fuera de él o los actos de carácter homosexual.
La Iglesia es como un “padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas” (Mt 13,52). En el magisterio de la Iglesia no se trata de permanecer, de forma obstinada, en los logros pasados; nuevos tiempos siempre formulan preguntas nuevas y exigen una actitud creativa respecto al legado de la Iglesia. Es importante, sin embargo, no tratar el magisterio de la Iglesia como “un lastre sobrante”, que hay que olvidar, en confrontación con los retos actuales. Ello, en particular, se refiere a las enseñanzas de Juan Pablo II sobre el matrimonio y la familia, enseñanzas del “Papa de la familia”. Las Iglesias que basan su catequesis sobre el matrimonio en el magisterio de Juan Pablo II pueden dar fe de la permanente frescura y el atractivo de tal magisterio.
Jarosław Kupczak OP
profesor de teología de la Pontificia Universidad de Juan Pablo II en Cracovia