Hace poco hemos despedido a D. Joaquín Navarro Valls que se ha marchado hacia la eternidad. Ahora, nos llena de tristeza la noticia sobre el fallecimiento de sor Eufrosina; otra de las personas del círculo íntimo de San Juan Pablo II. Cualquiera que la haya conocido afirma que era una persona excepcional que cautivaba con su discreción, humildad y bondad.
Parroquia, estudios, ejército
Teresa Aniela Rumian nació el 7 de noviembre 1925 en el pueblo de Raciborowice, donde su padre ejercía de director del colegio, desde 1920 y su madre era maestra. Teresa tuvo cinco hermanos. Sus padres mantenían amistad con el vicario local, padre Adam Biela, compañero mayor de Karol Wojtyła en la escuela secundaria de Wadowice. Juan Pablo II rememoraba en su libro Don y Misterio.
“Fui enviado por el arzobispo (Adam Sapieha) a la parroquia de Raciborowice, cerca de Cracovia. No puedo expresar más que mi profundo agradecimiento al párroco de Raciborowice, padre Józef Jamroz y a los vicarios, que se convirtieron en compañeros de vida de un joven seminarista clandestino. […] Pasaba mucho tiempo en la vieja iglesia de Raciborowice, que data de la época de Jan Długosz. Dediqué horas enteras a las meditaciones mientras paseaba por el cementerio. Había traído a Raciborowice mi taller de estudios, gruesos volúmenes de las obras comentadas de santo Tomás. Estudiaba teología, por así decirlo, en el propio “centro” de una gran tradición teológica. Estaba, entonces, escribiendo una disertación sobre San Juan de la Cruz”.
Tal vez, por aquel entonces, frecuentara, también, la casa de los señores Rumian y conociera a Teresa, la futura sor Eufrosina, Sierva del Sagrado Corazón de Jesús. Era la más joven de las tres hermanas. Acabada la carrera universitaria de farmacia fue, requerida desde su lugar de trabajo, en Bytom, a un entrenamiento militar en la localidad de Śrem, cerca de Poznań. Finalizó la formación con el grado de teniente. Este hecho, precisamente, explica que, años después, Teresa recibiera de manos de obispos castrenses, el grado de capitán (2004) y luego de mayor (2006) y, la medalla Pro Memoria.
Una secretaria discreta
Terminada la “aventura” con el ejército, Teresa ingresó en la Congregación de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús, tomando el nombre de sor Eufrosina. Celebró su primera profesión religiosa en 1955 e hizo los votos perpetuos el 2 de agosto de 1961, en el convento de la calle Garncarska, de Cracovia (Casa Madre de la Congregación).
Entre los años 1967 -1978 trabajó en la secretaría del cardenal Karol Wojtyła, en Cracovia y, desde 1978 hasta 2005, en el Vaticano, como secretaria personal del Papa Juan Pablo II.
Del grupo de las cinco ”hermanas papales” de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús, sor Eufrosina era la mayor. Sus obligaciones consistían en llevar parte de la correspondencia del Papa y en traducir sus textos al francés e italiano. Los pasaba primero a máquina y luego en el ordenador. En los archivos del Centro de Documentación y Estudios del Pontificado de Juan Pablo II, en Roma, se pueden ver las huellas de su trabajo. Entre las hojas de los libros, utilizados por el Papa, se han encontrado pequeñas notas del Pontífice en las que pedía a sor Eufrosina que le tradujera o resumiera algunos textos o le agradecía el trabajo ya hecho. Juan Pablo II confiaba mucho en ella y también disfrutaba de su sentido de humor y de los giros típicos de los montañeses del sur de Polonia.
Ambiente de hogar familiar
Las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús sirvieron al Santo Padre durante todo su pontificado pero poco sabemos acerca de su labor. Evitaban, generalmente, hacer declaraciones públicas sobre su trabajo junto al Papa, en el Palacio Apostólico. A pesar de las expectativas y ruegos para que escribieran sus memorias, las hermanas se mantienen firmes. “Así lo hemos decidido y así ha de permanecer para siempre” decía sor Eufrosina.
No queda, pues, otra cosa que respetar esta decisión de guardar discreción. En la época de la apoteosis de una curiosidad desenfrenada, la discreción de las hermanas religiosas cobra un valor especial. Lo más importante es lo que se puede entender de las palabras del cardenal Estanislao Dziwisz y del arzobispo Mieczysław Mokrzycki, en el sentido, en que las hermanas Siervas del Sagrado Corazón de Jesús creaban, en los apartamentos papales, un ambiente de un verdadero hogar cálido, lleno de amistad y alegría. Vivieron, junto al Santo Padre, los momentos tanto bellos como difíciles de su pontificado y luego, la enfermedad y el paso hacia la eternidad. Las religiosas han permanecido testigos callados de la santidad del Papa, su entrega y servicio a la Iglesia y al mundo.
Angel de bondad
A su regreso a Polonia, en 2005, sor Eufrosina continuó trabajando, esta vez, de secretaria del cardenal Estanislao Dziwisz, en Cracovia. En la primavera de 2014, debido a su delicado estado de salud, se trasladó al convento de las Hermanas Siervas del Sagrado Corazón de Jesús, en la misma ciudad.
Han sido precisamente los encuentros en la Casa Madre de nuestra Congregación, en Cracovia, que más recuerdos me traen de sor Eufrosina. Hacia el final de su vida, se la veía muy feliz, alegre, llena de oración y extremadamente servicial. La vi, por última vez, hace dos semanas. Vino a la enfermería a visitar a la hermana Katarzyna Stępień que sufre parálisis y, que durante varios años había trabajado en el Centro de Estudios del Pontificado en Roma. Me enteré de que sor Eufrosina, como un buen ángel, hacía compañía a la enferma.
La espiritualidad de nuestra Congregación moldeó el corazón de sor Eufrosina, al servicio del Corazón de Jesús. Es indudable que la actitud de Juan Pablo II había ejercido sobre ella una gran influencia porque Él no sólo enseñaba sobre el amor de Dios, sino que lo vivía a diario. “Experimentamos una especie de impulso – dijo el Papa en el parque de Błonie de Cracovia, en 2002 – para que al aprovechar el don del amor misericordioso de Dios, nosotros mismos, día tras día, entreguemos nuestra vida, al practicar la misericordia para con nuestros hermanos”. Sor Eufrosina regaló su vida a un amor callado y humilde que se abrasa en el servicio cotidiano a Dios y a los hombres. Se fue con el Señor el 14 de agosto de 2017.
Confiamos en que Cristo Resucitado la introduzca en su reino donde lo único que cuenta es el capital del corazón, desinteresadamente ofrecido al servicio del prójimo.
s. Remigia Sawicka