El pasado 5 de octubre, en Madrid tuvo lugar el estreno de un documental, titulado “Liberando un Continente. Juan Pablo II y la Revolución de la Libertad” (título original “Liberating a Continent. John Paul II and the Fall of Communism”). El autor del guión y, a la vez, director de la película, David Naglieri, centra su atención en la figura del Papa polaco, impulsor espiritual de las extraordinarias transformaciones operadas en las conciencias de las sociedades de la órbita soviética, con el fin de combatir los regímenes opresores por medio de la fe y la oración, rechazando siempre la violencia física.
Más que una crónica
La cinta no es una crónica del Papado de aquella época, sino una reflexión sobre la influencia de la profunda religiosidad de Juan Pablo II sobre los países del entorno geográfico de Polonia. Tal vez, el hecho de ser eslavo y haber soportado, desde muy pronto, tanto durante su juventud como en la segunda guerra mundial y la posterior época comunista, sufrimientos compartidos por miles de personas, facilitaron que muchas se identificaran con él. Y fueron muchos los que le convirtieron en un referente a seguir en la vida diaria y en las acciones políticas para abolir el denostado régimen opresor.
De este modo el concepto de la “libertad” para la que está hecho el ser humano, empezó a cobrar una dimensión nueva, reforzada por los conceptos de la dignidad humana y del valor incalculable de la verdad. La película recuerda, con razón, el sobrecogedor impacto que tuvieron aquellas palabras proclamadas por Juan Pablo II, después de ser elegido Papa, durante su primer viaje a Polonia, en junio de 1979, en la Plaza de la Victoria, de Varsovia: “!Qué descienda tu Espíritu y renueve la faz de la tierra. De esta tierra!”. La inflexión de la voz de Papa al pronunciar estas tres últimas palabras las convirtió en en símbolo del mensaje político en clave.
Reflejo de la personalidad del Papa
La película tampoco es una historia detallada de la Polonia de aquellos años; simplemente empieza con una alusión a la revolución de Rusia de 1917, apunta algunos datos biográficos del Papa, los avatares de la segunda guerra mundial y la etapa posterior para centrarse en los años 1979 – 1989. Refleja, gracias a impactantes imágenes de archivo, la secuencia cronológica de la lucha de “Solidaridad” y su influencia contagiosa a los demás países de la zona.
Muestra a un Papa, a veces alegre, en otros momentos, preocupado o incluso molesto, o enfadado cuando veía que los valores consumistas iban sustituyendo a los espirituales. Incluye entrevistas con los colaboradores más directos de Juan Pablo II, como el recientemente fallecido Joaquín Navarro Valls o su secretario personal, el cardenal Stanisław Dziwisz, al igual que testimonios de analistas del Papado y personas que conocían bien al Pontífice (su biógrafo George Weigel, el historiador Norman Davis etc.) El propio productor ejecutivo del documental, Carl Anderson, Caballero Supremo de Los Caballeros de Colón, había sido colaborador de San Juan Pablo II desde principios de los años ochenta.
La película, ganadora de dos Premios Emmy, exhibe un buen ritmo; en 90 minutos simultanea los acontecimientos de Polonia con el papel y el apoyo de varios políticos coetáneos, como Ronald Reagan o Margaret Thatcher y evidencia el progresivo desmoronamiento del antiguo bloque soviético.
Una película que hace reflexionar
No oculta los hechos dramáticos de aquellos años, como el asesinato del capellán de Solidaridad, el beato Jerzy Popiełuszko, a manos de los esbirros del régimen. El sacerdote, fiel seguidor del pensamiento de Juan Pablo II, protector de los trabajadores y sus derechos, de la dignidad de los obreros, al trasluz del Evangelio, sabiendo que se exponía a la muerte, hacía un llamamiento a sus seguidores predicando: “Vence el mal con el bien”.
Por eso, el mensaje de la película, fácilmente comprensible incluso para el público no polaco, va más allá del tiempo pasado; hace reflexionar al espectador que los valores, tan defendidos, por San Juan Pablo II, como la libertad, la dignidad de la persona y la verdad siguen vigentes y han de guiar a las generaciones venideras que ya no han conocido a ese gran defensor de los derechos humanos y de la paz en el mundo.
Elżbieta Teresa Swięcka, Madrid