Al igual que el pasado año, las charlas sobre las iglesias cristianas orientales habían generado nuestro interés en conocer más y mejor a nuestros hermanos ortodoxos por ello la propuesta de viajar a Bulgaria (una de las catorce iglesias orientales existentes) nos pareció nuevamente interesante.
Un poco de historia
Bulgaria es un país que ha sido morada de Tracios (Espartaco) romanos, eslavos, búlgaros (procedentes de Afganistán) y otomanos. Todos ellos han dejado su impronta y en nuestro viaje pudimos ver sus herencias. No fue hasta 1876 que finalmente el país alcanzó su independencia definitiva pudiéndose desvincularse de Turquía y así iniciar su historia moderna. País del bloque comunista desde el fin de la II Guerra Mundial hasta la caída del muro hoy es miembro de la Unión Europea.
El cristianismo se estableció en Bulgaria en el S VII cuando su rey abrazo la fe y detrás de él como era habitual en aquellos tiempos le siguieron sus súbditos. Pero no ha sido fácil ser cristiano en este país. La llegada de los turcos en el s. XV fue paulatinamente arrinconando a los cristianos y no fue hasta su expulsión, quinientos años después, que nuevamente volvió a florecer la práctica que había estado aletargada en los múltiples e impresionantes “monasterios – fortalezas” que hay en el país. Si podemos destacar uno diríamos que el de San Juan de Rila nos impresionó, pero visitamos bastantes más que hacen difícil la comparación.
Reflejo de la tolerancia religiosa
Si por tolerancia definimos el aceptar a los demás como son, en Bulgaria vimos un claro reflejo de la tolerancia religiosa. En un breve paseo de no más de 20 minutos por el centro de su capital, Sofia, vimos la impresionante catedral ortodoxa de San Alejandro Nevski, la iglesia rusa de S. Nicolás (rito ortodoxo ruso), la gran mezquita de Sofia, la sinagoga (de las más grandes del mundo) y finalmente la catedral católica de San José que nos recibía con una gran imagen de san Juan XXIII, visitador apostólico en Bulgaria en los años 20 y muy querido y respetado por su carácter y labor humanitaria en tiempos de crisis que hizo unirse y conocerse a ortodoxos y católicos.
Si la visita a Plovdi nos recordó los tiempos romanos del país por sus teatros y anfiteatros, la visita a la histórica ciudad de Veliko Tarnovo- una simbiosis de nuestra Ávila y Cuenca- nos recordó el pasado imperial del país. En esta ciudad tuvimos la ocasión de visitar la iglesia católica de la localidad, – Virgen del Rosario- realmente una capilla donde el párroco, natural del país, con gran esfuerzo y dedicación ha conseguido reconstruir el templo donde Juan XXIII ofició y convertirlo en punto de reunión de la familia católica (son el 1% del país).
Un despertar religioso
La religión en Bulgaria a diferencia de otros países del antiguo “telón de acero” no fue el catalizador para la resistencia. Posiblemente la existencia de patriarcas en cada iglesia oriental no les permitieron ese apoyo exterior que si tuvieron las católicas (Polonia, Chequia, Hungría) pero tienen un importante legado artístico y al amparo de ello (iglesias, monasterios,…) hay un cierto despertar.
Posiblemente se preguntarán por el título de esta crónica. Pues bien, la rosa es la flor nacional, y aunque las fechas en que fuimos no eran las más propicias, si vimos los extensos campos donde se cultivan y que dan origen a jabones, perfumes,… y demás esencias que se comercializan en el país que contrastan con los todavía existentes moles de antiguas fábricas de era comunista hoy abandonadas en muchas ocasiones.
Ignacio Perales, Madrid
Grupo 44 Virgen de Belén