Marian Jaworski nació, en 1926, en Lviv. Pertenecía al grupo de los sacerdotes de Lviv que, después de la guerra, se quedaron, junto con el arzobisppo Eugeniusz Baziak, en la diócesis de Cracovia. Jaworski fue ordenado sacerdote, en Kalwaria Zebrzydowska, en 1950, donde estaba situado el seminario para los alumnos de la Archidiócesis de Lviv. Inició su labor pastoral en la parroquia de Basznia Dolna, cerca de Lubaczów, tras lo cual fue enviado a cursar estudios superiores.
La fe que comprende y sirve
Completó sus estudios teológicos en la Universidad Jaguelónica, en 1952, tras leer la tesis de doctorado «El desarrollo de las ideas de Józef Geyser sobre el principio de causalidad». Después de trabajar un año en la parroquia de Poronin, inició sus estudios filosóficos en la Universidad Católica de Lublin, culminándolos, en 1955, con la tesis doctoral «Aristóteles y teoría tomista de la causa eficiente en el contexto del concepto de ser». Sus puntos de interés giraban en torno a cuestiones de metafísica, de la filosofía de Dios y de la religión y, se materializaron en la tesis de habilitación, titulada «El conocimiento religioso de Dios, según Romano Guardini», presentada, en 1967, en la Academia de Teología Católica, de Varsovia. Desarrolló su labor académica y científica, principalmente, en la Pontificia Facultad de Teología de Cracovia, de la que fue decano.
Después de la fundación de la Academia Pontificia de Teología, fue su primer rector (1981-1987). En 1984, recibió el nombramiento del administrador apostólico de la Archidiócesis de Lubaczów, o sea, de la parte del territorio de la Archidiócesis de Lviv, que permaneció dentro de las fronteras polacas después de la guerra. Tras los cambios políticos y la reactivación de las funciones de la Iglesia católica, en el territorio de la ex URSS, en 1991, fue promovido a metropolitano de los Latinos de la Archidiócesis de Lviv, en Ucrania. Se dedicó a reconstruir, pacientemente, las estructuras eclesiásticas y, a superar conflictos y prejuicios entre religiones y ritos. En 1998, Juan Pablo II lo creó y reservó cardenal in pectore; nombramiento que se publicó en el Consistorio de 2001. Se jubiló, en 2008, y regresó a Cracovia, donde residió en la calle Kanonicza.
Afinidad de pasiones
Los recuerdos de los inicios de la amistad entre Marian Jaworski y Karol Wojtyła se asociaban con la histórica calle que conduce del Castillo de Wawel a la Plaza del Mercado, de Cracovia. A partir de 1951, eran vecinos de la calle Kanonicza 19, lo que les daba la oportunidad de hablar, a menudo, sobre temas filosóficos. El ministerio del obispo auxiliar y, luego, del arzobispo de Cracovia no impidió que Wojtyła desarrollara sus intereses filosóficos y pastorales.
Cabe destacar que, también, les unía la preocupación por la calidad de la enseñanza académica en Polonia. Tanto el arzobispo Wojtyła como el padre Jaworski, estuvieron comprometidos con la renovación y la creación de facultades teológicas, en el período anterior al pontificado.
Cabe mencionar que, en 1967, el padre Jaworski sufrió un accidente cuando se dirigía a un retiro para sacerdotes, en Olsztyn, en sustitución del arzobispo Wojtyła quien había viajado al consistorio, en relación con su elevación a la dignidad cardenalicia. Como resultado de la catástrofe ferroviaria, el padre Marian perdió su brazo izquierdo. Este suceso fortaleció, aún más, la amistad entre el padre Jaworski y Karol Wojtyła.
“Persona y acción”
Wojtyła estaba convencido de que la libertad de la persona humana debía tener una base filosófica, al alcance de todos, independientemente, de sus creencias religiosas. Pretendía mostrar el vínculo entre el misterio de la persona y la moral, entre la antropología y la ética. De esta inquietud nació la monografía «Persona y acción». El primer crítico y, a la vez, abogado de su publicación, fue el padre Jaworski. La discusión, en torno a esta obra, fue muy acalorada. Jaworski se daba cuenta de su importancia. Sus investigaciones científicas coincidían, en gran medida, con la linea de estudio de Wojtyła. Uno enfatizaba la experiencia moral del hombre y el otro la religiosa. Juntos desarrollaron la metafísica tomista. El fruto de sus conversaciones y debates es probablemente, también, la encíclica Veritatis splendor, pero no solo; se pueden encontrar huellas de esta cooperación intelectual en otros documentos papales. En este sentido, el cardenal Jaworski, siempre, guardaba mucha discreción, sin pretender ser «el consejero del Papa», aunque, en realidad, lo era.
La mayor sorpresa
En la reunión del Consejo de la Pontificia Facultad de Teología, el 29 de septiembre de 1978, estaba presente el cardenal Wojtyła. Todos quedaron conmocionados por la noticia de la muerte de Juan Pablo I. El padre decano Jaworski expresó sus condolencias al cardenal por la muerte del Papa. “Aunque la vida nos sorprende, a veces, debemos aceptarlo todo con espíritu de profunda fe”, respondió el metropolitano. Dos semanas después resonó un alegre: ¡Habemus papam! La vida tenía muchas más sorpresas reservadas …
La fe nos regala la esperanza de que la mayor sorpresa nos aguarda al otro lado, cuando pasemos de «una vida a otra». Confiamos que el difunto cardenal Marian Jaworski, participa, ya, de ella. «En la visión cristiana, el fin de la existencia terrenal se ve como un «paso «sobre el puente entre la vida y la vida, entre una alegría temporal frágil e impermanente y la plenitud de la alegría que Dios ha destinado a sus fieles […]» (JP2, Carta a los ancianos, 16 ).
Padre Andrzej Dobrzyński
Fot. G. Gałązka