Del 20 al 22 de noviembre del año en curso, en la carmelitana Universidad de la Mística, en Ávila, se celebró un simposio titulado «Construir Europa desde un humanismo integral», inspirado en el magisterio de San Juan Pablo II. ¿Cuál es la esencia de la «Europa del espíritu» de la que habló el Papa, y ¿qué se debe hacer para que este proyecto sea tenido en cuenta e implementado? Estas son solo algunas de las muchas preguntas que los ponentes invitados han intentado responder.
La inauguración del simposio contó con la presencia de la profesora Marzenna Adamczyk, Embajadora de Polonia en Madrid, quien en un breve discurso destacó la importancia, a nivel político, del pontificado de Juan Pablo II, «padre» de la reunificación de Europa después de 1989, afirmó la conferenciante. Fue él quien había señalado el camino de la solidaridad entre Estados, y sus visitas tuvieron efectos sociales y políticos concretos, como en Cuba en 1998. La oradora subrayó que las enseñanzas de Juan Pablo II siguen siendo clave para la construcción de la unidad de Europa, en la que la progresiva polarización de posiciones debe superarse esforzándose por construir una comunidad. José María Gil Tamayo, obispo de Ávila, recordó la rica experiencia de Europa en el siglo XX, vivida por Juan Pablo II, que compartía con ella el mensaje fundamental de que Cristo salva al hombre del mal y le muestra la perspectiva del desarrollo terrenal y la felicidad plena en la eternidad. El metropolitano destacó la actualidad de las palabras del Papa pronunciadas en Santiago de Compostela, el 9 de noviembre de 1982, según las que la configuración de Europa estaba relacionada con la evangelización. El obispo enfatizó que el humanismo, que surge de la herencia europea, no sería integral si niega la primacía de Dios. El ponente aludió, también, al discurso de Benedicto XVI en la tumba del Apóstol Santiago, el 6 de noviembre de 2006 y a una carta del Papa Francisco al cardenal Parolin con motivo del 50 aniversario de la cooperación de la Santa Sede con las instituciones de la UE (22 de octubre de este año). Ambas misivas indican que el humanismo europeo original no excluye a Dios de la vida del ser humano.
El Rector de la Pontificia Universidad Juan Pablo II de Cracovia, padre profesor Robert Tyrał, señaló que en el momento actual de intentos de socavar la autoridad del Papa polaco y sus logros, es muy importante mostrar su pensamiento creativo y la validez de sus enseñanzas. Refiriéndose a los discursos papales de Estrasburgo (1988) y de Gniezno (1997), recordó que el Santo Padre había advertido contra los proyectos utópicos de unidad europea, que menosprecian los valores espirituales y morales derivados de la herencia de la fe cristiana. Francisco Fermín, Rector del Instituto Internacional de Santa Teresa y San Juan de la Cruz en Ávila, conocida, también, como la «Universidad de la Mística» resaltó que el objetivo de las ciencias de humanidades es ayudar a las personas a crecer en su humanidad y contribuir al desarrollo social. En el presente, con una variedad tan amplia de disciplinas de humanidades, la multitud de conceptos y estudios realizados, es difícil desarrollar una visión común y holística del ser humano. Sin embargo, Juan Pablo II creía que una visión tan integral de la persona humana era necesaria como base para construir la unidad entre los pueblos y las naciones en Europa y en el mundo. Lo expresó, entre otros en la Carta Apostólica Spes aedificandi, del 1 de octubre de 1999, proclamando a Brígida de Suecia, Catalina de Siena y Edith Stein como patronas de Europa. El orador admitió que el Papa había contado con el testimonio de los creyentes, habitantes del Viejo Continente, que debían confirmar con su propia evidencia la actualidad de los valores espirituales y morales en la vida cotidiana.
Dar vida a los valores auténticos
Juan Burgos, filósofo de la Universidad CEU San Pablo de Madrid, habló del «alma de Europa» formada por el legado de Grecia, Roma y Jerusalén: la racionalidad, el estado de derecho y la búsqueda de la perfección espiritual y moral siguiendo a Cristo. Ello influyó en la configuración del concepto del ser humanocomo persona, sujeto de derechos y obligaciones. El proceso de degradación de los valores espirituales debe superarse con el testimonio de la fe personal y comunitaria, capaz de crear cultura en una forma asimilable por las generaciones modernas. Según el profesor Burgos, un factor importante de este vestigio y respuesta a los problemas humanos contemporáneos ha de ser el personalismo integral desarrollado por Karol Wojtyła. Este hilo conductor fue, igualmente, abordado por el padre profesor Gabriel Richi Alberti de la Universidad San Dámaso de Madrid, al señalar que Wojtyła, ya de obispo joven, estaba convencido de que el personalismo cristiano era el fundamento de la doctrina ética. En este período de «cambio de época», la expansión del posthumanismo y del transhumanismo, el humanismo cristocéntrico de Juan Pablo II aflora como un «signo de contradicción”, pero también como una «luz en el túnel». Es un humanismo que refleja la naturaleza religiosa del hombre, y al mismo tiempo revela la importancia de la fe en la esencia de la vida humana. Demuestra que el hombre, como homo sapiens y como individuo libre, se desarrolla en la responsabilidad por el bien verdadero y en la capacidad de convertirse en un don para los demás. El ponente destacó que Europa necesita testigos de la fe que cobra vida en nosotros y a través de nosotros.
Hermanar el mensaje del evangelio con la experiencia diaria
El profesor José Luís Orella, historiador de la Universidad San Pablo de Madrid, habló de la peregrinación a Santiago de Compostela como factor en la formación de una identidad europea. Llamó la atención sobre el hecho de que «Camino Jacobeo» era parte de la reforma gregoriana y de la romanización de las iglesias del patriarcado latino. La costumbre de la peregrinación influyó, también, en la formación de la disposición al servicio misionero de la Iglesia española. Miles de españoles estaban resueltos a dejar su país para evangelizar el mundo. Las peregrinaciones a Santiago fueron, asimismo, un medio para conocer y unir Europa. El profesor Orella señaló que Juan Pablo II valoraba altamente el factor histórico en su peregrinaje por el mundo, aludiendo a los hechos históricos y aniversarios de las comunidades visitadas.
Elena Ascoli, dominica de la Comunidad Ganghererto (Toscana), presentó el tema «Catalina de Siena y su antropología». La religiosa resaltó que los santos nos ayudan a comprender el sentido de nuestras vidas, y Santa Catalina revela el valor de la antropología abierta al diálogo con Dios. Sin una referencia espiritual, nos convertimos en «funcionarios» de las cosas terrenales. El «hombre tecnológico» está inquieto, no se encuentra a sí mismo en el mundo en el que vive. Su historia se limita a una «habitación sin ventanas». Elena Ascoli, al referirse a pensadores como V. Frankl, J. Ortega y Gasset o M. Buber subrayó que, al igual que Santa Catalina, éstos señalaban la necesidad y la importancia de la vida espiritual. El corazón humano puede convertirse en una pequeña habitación que es un pedazo de cielo si es el lugar de la presencia de Dios. Gracias a esta fuerza interior, Catalina, laica y terciaria, influyó en la vida de la Iglesia. Su visión de un hombre espiritual y, al mismo tiempo, comprometido con la vida cotidiana es un ejemplo para los habitantes de Europa.
La conferencia del padre Francisco Javier Fermín OCD, experto en el legado espiritual y científico de Edith Stein, supuso una respuesta a la pregunta de por qué Juan Pablo II la había declarado patrona de Europa, en 1999. Edith Stein, fue testigo de complicados procesos y transformaciones del siglo pasado, también, en relación con la comprensión del papel social de la mujer y su función en la Iglesia. Había sido, asimismo, testigo de dramas, cuyo símbolo negativo fue el Holocausto de los judíos. Como filósofa, perseguía la verdad objetiva sobre la persona humana y la defensa de su dignidad. Enseñaba a construir puentes entre personas, basados en la empatía, es decir, en la capacidad de comprender a la otra persona. Santa Benedicta de la Cruz enseñaba que la formación y el desarrollo del hombre como persona es el camino para construir Europa. Además, el orador llamó la atención sobre los escritos de Stein sobre temas sociales, políticos y educativos, que podrían ayudarnos a comprender la situación actual. El profesor Fermín destacó que las tres mujeres proclamadas por Juan Pablo II, patronas de Europa, Brígida de Suecia, Catalina de Siena y Edith Stein compaginaban la contemplación de Dios con la acción: contemplatio et actio, que también es una tarea especial de los creyentes de hoy.
El padre Zdzisław Kijas OFM Conv., de la Pontificia Universidad Juan Pablo II de Cracovia disertó sobre San Maximiliano Kolbe y la identidad europea; un concepto complejo cuya comprensión está sujeta a variaciones y tiene su reflejo, igualmente, en el proceso de la formación del «espíritu europeo». Maksymiliano Kolbe contribuyó al desarrollo de la identidad europea al defender los valores morales y mediante actos de misericordia contra las crecientes manifestaciones del egoísmo. Su muerte en Auschwitz fue consecuencia de su trayectoria vital, y su sacrificio fue una fuerza capaz de despertar conciencias. El heroico acto de misericordia de este Santo constituye el «núcleo» de la identidad cristiana de Europa. Se produjo en Auschwitz, que quedará en la memoria humana como una negación y el aplastamiento de los valores espirituales de Europa, y al mismo tiempo como una advertencia para las generaciones futuras.
La fe cristiana y la forma de Europa
La profesora Carmén Álcaraz Alonso de la Universidad de San Dámaso de Madrid planteó el tema de «la familia como camino hacia la identidad europea». Habló de la formación de la visión de Europa y de su cultura en el joven Wojtyła. Este proceso se fue forjando como consecuencia de experiencias familiares, de la historia de su tierra natal y de Europa y que iba aprendiendo a través de las obras de poetas y pensadores europeos o a través del estudio de idiomas, y sobre todo gracias a los viajes realizados, durante sus estudios en Roma, a Italia, Bélgica y Francia. Europa, a su juicio, tenía un cierto perfil de «maternidad y paternidad», era un «suelo» cultural para la fertilidad, para dar, transmitir la vida y los valores asociados a ella. Gracias a su historia y el desarrollo de su cultura, Europa se ha convertido en un «faro de civilización», según la definición del Papa, en Santiago de Compostela (1982). Lamentablemente, hoy Europa se encuentra en una crisis espiritual y cultural, que también se manifiesta en la crisis de la familia. La profesora Álcaraz señaló que la casa común europea no sobrevivirá mucho tiempo sobre las ruinas resultantes del trato reduccionista de personas y familias. Es menester regresar al ethos de la familia como la básica comunidad evangelizadora, concluyó.
El profesor Rocco Buttiglione trato sobre el tema de «La vocación espiritual y el pragmatismo político de Europa», señalando que el cristianismo confirma la hermandad universal de personas y naciones. Recordó que el término «nación» tiene un significado cultural, no étnico. Europa constituye una cierta unidad cultural, y a la vez, una diversidad en la que la persona humana todavía conserva su lugar central. Juan Pablo II dejó una visión de toda Europa, una comunidad de comunidades que fue rechazada, sin haber creado una alternativa. El ponente insistió en el papel que jugamos como creyentes o nuestra hermandad y nuestro testimonio como personas de comunión. Sin embargo, ello no excluye que se estén preparando estrategias de acción en el ámbito político.
El simposio fue organizado por la Cátedra Juan Pablo II, establecida en 2018 por la Universidad Pontificia Juan Pablo II, en Cracovia, y la Universidad de la Mística, en Ávila donde tiene su sede. Su misión consiste en llevar a cabo investigaciones sobre el magisterio de San Juan Pablo II, y guiándose por su inspiración, abordar temas relacionados con el nexo entre la espiritualidad y los diversos ámbitos de la teología, la vida religiosa y social. Las actividades de la Cátedra se ven complementadas por las del Centro de Documentación y Estudios del Pontificado JPII, en Roma.
Andrzej Dobrzyński