Era el 18 de mayo de 1920, una tarde soleada. En el piso de los Wojtyl, en el número 7 de la calle Kościelna, se preparaban para dar la bienvenida a un nuevo miembro de la familia. Padre e hijo, Karol y Edmund, fueron a la iglesia para participar en la devoción mariana de Mayo. La madre Emilia se quedó con la comadrona. A través de la ventana abierta desde la iglesia llegaba el canto de las letanías de Loreto. Entre las 5 y las 6 de la tarde se produjo el parto, sin complicaciones. El bebé nació, un niño sano. «Comenzó la vida» de Karol Józef Wojtyła, que cincuenta y ocho años después, en la misma época, fue elegido Papa. Pero esto nadie podía saberlo en ese momento… sólo Dios.
La alegría de su nacimiento llenó los corazones de los miembros de la familia, y de manera especial el de su madre.
Emilia, de soltera Kaczorowska, tenía treinta y seis años cuando dio a luz a su segundo hijo. Cuatro años antes había nacido en Biała una hija, Olga María, que murió al cabo de unas horas. Aparte de esta tragedia, el motivo para temer por la vida de Karol fue el diagnóstico de un medico partero, que creía que la madre podría no sobrevivir al embarazo y al parto. La pareja pidió la opinión de un médico militar que controló el embarazo hasta su final. Este médico aportó a la familia Wojtyla la esperanza y la confianza de que todo iría bien.
Mencionemos que el matrimonio, Emilia y Karol, se celebró en 1906 en la iglesia de San Pedro y Pablo de Cracovia. La pareja vivía cerca del castillo de Wawel. Su primero hijo Edmund nació en Cracovia. Se trasladaron de Cracovia a Wadowice cuando el marido fue trasladado del servicio militar activo para trabajar en la administración militar.
La época de su matrimonio incluyó la Primera Guerra Mundial y la necesidad de vivir en Hranice, en Moravia, y regresar a Wadowice. También fue el surgimiento de la Polonia independiente. El suboficial Wojtyla pudo trabajar para el ejército polaco, para el 12º Regimiento de Infantería. Los hijos crecieron y se educaron en el país libre.
Los Wojtyla ocupaban un pequeño piso en la primera planta de una casa de vecinos situada cerca de la plaza mayor, justo al lado de la iglesia parroquial. Lo alquilaron al comerciante judío Chaim Bałamuth. Sus tiendas y su taller de encuadernación se encontraban en la planta baja. Se entraba en el piso por una calle lateral y se subía por una escalera de hierro de caracol. Era modesta y constaba de dos habitaciones, una más grande y otra más pequeña, y una cocina. Una de las ventanas daba al muro sur de la iglesia, en el que había un reloj de sol y una inscripción: «El tiempo huye, la eternidad espera».
Desde el día en que nació Karol, han pasado días, meses y años… y la gratitud por el regalo de la vida ha crecido.
«Beso el umbral de mi casa familiar de forma filial, expresando mi gratitud a la Divina Providencia por el don de la vida que me transmitieron mis padres, por el calor del nido familiar, por el amor de mis seres queridos, que me dio una sensación de seguridad y fuerza, incluso cuando hubo que afrontar la experiencia de la muerte y las dificultades de la vida cotidiana en tiempos difíciles» (Wadowice, 1999).
Rev. Andrzej Dobrzyński