Ante la noticia de la muerte de Benedicto XVI, han surgido numerosas declaraciones y recuerdos del Papa emérito. A menudo se trata de reflexiones caracterizadas por una referencia personal a él, a sus pensamientos y a sus actividades. El Centro de Documentación y Estudios del Pontificado de Juan Pablo II tiene, además, un motivo especial para hacer tal afirmación, ya que Benedicto XVI, durante su pontificado, subrayó el papel que nuestra institución puede y debe desempeñar en la perpetuación, estudio y difusión del legado de Juan Pablo II. Recordaré brevemente estas indicaciones.
En su discurso con motivo del 25 aniversario de la Fundación Juan Pablo II (23.10.2006), el Papa Ratzinger subrayó que la colección de archivos y biblioteca del Centro es la base para «una investigación detallada y en profundidad sobre el legado espiritual de Juan Pablo II». Añadió que llevar a cabo investigaciones para la Fundación debe ser de «suma importancia» y es una tarea importante que él, sucesor del Papa polaco, ha asignado a la Fundación Vaticana. ¿Cuál es el objetivo de esta actividad? ¿Se trata simplemente del cultivo de la memoria? No. Benedicto XVI señaló que, a través de este legado, es necesario llegar a los métodos con los que debe difundirse el Evangelio de Cristo en el nuevo milenio. Se trata de una perspectiva muy cristiana, porque los santos o los grandes pensadores de la Iglesia no mantienen la atención sobre sí mismos, sino que apuntan a Cristo y a la salvación.
Cinco años más tarde, con ocasión de un encuentro similar con la Fundación Juan Pablo II (24.10.2011), Benedicto XVI pronunció unas frases sobre la labor del Centro, expresando su confianza en que el trabajo diario de investigación contribuiría a hacer de nuestra institución «un punto de referencia cada vez más importante» para los investigadores. La experiencia científica del Papa Ratzinger puede apreciarse en esta declaración. El prestigio de una institución como la nuestra crece con el trabajo científico. Esto, por otra parte, depende de muchos factores, como el número de personal adecuado, o la capacidad de los locales y los recursos financieros, pero la pasión por la investigación es el factor principal, y esto se demuestra en un trabajo científico diligente y diario.
Estoy particularmente agradecido al Papa Benedicto XVI por su carta con ocasión del simposio internacional organizado en octubre de 2008 por nuestro Centro (que es también la Fundación JPII) junto con la Pontificia Facultad Franciscana de Teología «Seraphicum». El acto coincidió con el 800 aniversario de la aprobación de la Regla de San Francisco y el 30 aniversario de la elección de Karol Wojtyla como Papa. El tema del simposio era «El Concilio Vaticano II en el pontificado de Juan Pablo II». La carta del Papa Ratzinger fue un honor para los organizadores y los participantes, pero me cautivó sobre todo por su contenido y por el encadenamiento lógico y al mismo tiempo ingenioso de los temas planteados. Benedicto XVI añadió a estos temas el 50 aniversario de la elección de Juan XXIII, la figura de San Buenaventura y el Sínodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios (2008). Todos estos elementos contribuyeron a la elocuencia de la carta, como la composición musical de una obra que deleita con una sinfonía de sonidos.
Debo admitir que vuelvo a menudo a una frase de esta carta. Benedicto XVI escribió: «Juan Pablo II como Papa asumió, en prácticamente cada uno de sus documentos y aún más en sus opciones y acciones, las indicaciones fundamentales del universal Concilio Vaticano II, convirtiéndose en su testigo autorizado y auténtico». Me pareció especialmente revelador subrayar que no es sólo el número de escritos o referencias y citas del Concilio, sino también las acciones y decisiones lo que hay que tener en cuenta al examinar el papel del Vaticano II en el pontificado de Juan Pablo II.
La estrecha y sustantiva cooperación y la sucesión de pontificados unen al Papa polaco y al Papa alemán. El magisterio de Benedicto XVI es el contexto más cercano a la enseñanza de Juan Pablo II, que también se refleja en la colección de libros de la biblioteca de nuestro Centro. Entre los volúmenes hay un librito titulado «La Figlia di Sion» con una dedicatoria manuscrita en italiano: «A Su Santidad el Papa Juan Pablo II ofrezco con profunda reverencia, Joseph Cardenal Ratzinger, Roma, 21 de junio de 1995».
Esta publicación es un testimonio del vínculo intelectual que une a estos dos hombres de Iglesia, sobre el que ya se ha escrito y dicho mucho, y probablemente más de un punto aún espera ser estudiado y elaborado en el futuro. Además, el estudio del magisterio de los papas y de la historia de sus pontificados en una perspectiva integradora parece algo muy necesario. La secuencia de pontificados vista en sus aspectos doctrinales, históricos y pastorales es un ámbito de aprendizaje de la hermenéutica de la continuidad que debe caracterizar el pensamiento sobre la Iglesia y su referencia al mundo.
Es significativo que el Papa Francisco haya confiado precisamente esa tarea a las fundaciones vaticanas. Ha pedido a la Fundación Ratzinger-Benedicto XVI que anime dicha actividad. Dijo en la última edición del «Premio Ratzinger»: «Aprovecho también la ocasión para alentar la colaboración con las Fundaciones vaticanas que llevan el nombre del Beato Juan Pablo I y de San Juan Pablo II, para que se promueva con unidad de intención en la comunidad eclesial la memoria y la vitalidad del mensaje de estos tres Papas» (1 de diciembre de 2022). Merece la pena responder a esta llamada del Papa Francisco, ya que existe el peligro de una lectura eclesial y teológicamente defectuosa de los pontificados, en la que enfatizar las diferencias y articular opuestos conduce injustificadamente a desdibujar la continuidad de la misión papal y a debilitar la autoridad papal.
P. Andrzej Dobrzyński