Los que eran niños y jóvenes durante el pontificado de Juan Pablo II son ahora adultos. Pertenecen a la generación que creció mientras él era Papa. Entre él y los jóvenes habia un hilo de entendimiento que perduró a pesar del paso de los años. Los jóvenes lo escuchaban y asistian a los encuentros con él, a pesar de que Juan Pablo II envejecía, de que su enfermedad y debilidad eran cada vez más evidentes y, sobre todo, a pesar de que su magisterio era exigente. Los jóvenes veían en el Santo Padre no sólo a un hombre de fe, sino también a un hombre que gozaba de autoridad entre muchos jóvenes.
Recordaré brevemente algunos de los pensamientos y acontecimientos más importantes de la relación de Juan Pablo II con los jóvenes.
Los jóvenes como esperanza de la Iglesia y del Mundo
Vale la pena recordar una declaración importante, que es el hilo conductor de todo el pontificado. El 8 de noviembre de 1978, poco después de su elección, unos 10.000 jóvenes se reunieron en la Basílica de San Pedro. Juan Pablo II les dijo que ellos eran su esperanza. “Dice: Sí, mi esperanza, porque vosotros sois la promesa del mañana. Sois la esperanza de la Iglesia y de la sociedad. Al. contemplaros, pienso con estremecimiento y confianza en lo que os espera en la vida y en lo que seréis en el mundo de mañana, y deseo dejaros, como indicación del camino de vuestra vida, tres pensamientos: buscad a Jesús, amad a Jesús, dad testimonio de Jesús ” . Es evidente que los jóvenes son el futuro de la sociedad, que adquirirán una educación, una profesión, un trabajo, que asumirán la responsabilidad de su propia vida, pero también que de su fe y de su compromiso dependerá el bien del país, de la comunidad local en la que viven, incluso el bien de la Iglesia. Ser la esperanza, sin embargo, es más que ser el futuro o la nueva generación. La esperanza está en lo que constituye el verdadero bien en una persona y en lo que se hará visible y se realizará en la vida. Por eso Juan Pablo II invitó a los jóvenes a abrirse a la accion de Jesús.
Durante otro encuentro con jóvenes de todo el mundo en Roma, en Tor Vergata, el 19 de agosto de 2000, Juan Pablo II reconoció que para los jóvenes es difícil creer en Dios en el mundo de hoy. No sólo hay muchas tentaciones, no sólo hay muchos obstáculos que bloquean el camino hacia Dios, no sólo hay muchos ejemplos de un estilo de vida como si no existiera Dios. Sin embargo, Juan Pablo II estaba convencido que el deseo sincero de felicidad que caracteriza a un joven, cuando se une a una fe viva en Jesús, trae consigo un potencial de bien. Juan Pablo II lo expresó así durante un encuentro con jóvenes en Tor Vergata: «En realidad, cuando soñais con la felicidad, buscais al mismo Jesús. […] Es Él quien os lee en el corazón las decisiones más auténticas que otros querrían sofocar. Es Jesús el que suscita en vosotros el deseo de hacer de vuestra vida algo grande, de seguir un ideal, de no dejaros consumir por la mediocridad. Él os da el valor de luchar con humildad y perseverancia para la mejora de vosotros mismos y de vuestra sociedad, haciéndola más humana y fraterna».
Han pasado los años y los jóvenes que han escuchado estas palabras ya son adultos, probablemente tienen sus hijos que estan creciendo. Es difícil decir a quedado de esto en sus corazones, pero probablemente muchos, recordando aquellos momentos y pensamientos, pueden encontrar las fuentes de decisiones que determinaron el resto de sus vidas. O puede que se sientan avergonzados por haberse alejado de Dios y haberse extraviado en el camino de la vida.
Yo también pertenezco a la generación que se acercó a Juan Pablo II. En 1987, el Papa visitó Polonia. Era el momento en que yo había aprobado mis exámenes finales y tenía ante mí la decisión sobre mi carrera, sobre la elección de la universidad. Seguí la visita del Papa. Participé en los encuentros con él. Recuerdo algunas de las frases que dijo a los jóvenes polacos en Cracovia. Dijo, entre otras cosas, que la juventud se puede vivir bien o mal, como toda la vida. Para elegir bien, hay que exigirse, ver la finalidad de la vida, estar preparado para la adversidad, para las condiciones difíciles. También hay que ser conscientes que Cristo nos acompaña en nuestras elecciones y nos sostiene. El Papa dijo despues que Cristo no promete un camino fácil, no promete placeres, pero promete el sentido de la vida. Él da una perspectiva a nuestra vida (Cracovia, 10 de junio de 1987). No se puede escapar a esta elección. Cada uno es libre en esta elección. Las palabras de Juan Pablo II me ayudaron a decidir el ingreso en el seminario de Cracovia, el mismo seminario donde él se preparó para el sacerdocio.
Jornada Mundial de la Juventud
Hablando de Juan Pablo II y los jóvenes, no se pueden pasar por alto las Jornadas Mundiales de la Juventud. Se inauguraron en 1985 en Roma. El Papa decidió que se celebraran cada año el Domingo de Ramos en cada diócesis, pero también en la Ciudad Eterna. Las Jornadas Mundiales de la Juventud también se celebran cada dos años en determinados países. El primer encuentro se celebró en 1987 en Buenos Aires, seguido de Santiago de Compostela (1989), Czestochowa (1991), Denver (1993), Manila (1995), París (1997), Roma (2000) y Toronto (2003). Benedicto XVI durante su pontificado visitó Colonia (2005) y presidió encuentros en Sidney (2008) y Madrid (2011). El Papa Francisco, por su parte, ha presidido las Jornadas Mundiales de la Juventud de Río de Janeiro (2013), Cracovia (2016), Panamá (2019) y Lisboa (2023).
El evento entro a formar parte de la historia moderna. Atrae la atención de las redes sociales. Muchas veces uno se sorprende del número de jóvenes que participan, a veces haciendo grandes sacrificios. Deciden soportar diversas dificultades. Aún más impresionante que las estadísticas es ver a los jóvenes rezando juntos. Sin duda, las Jornadas de la Juventud muestran el rostro joven de la Iglesia y, sobre todo, ayudan a muchos jóvenes a admitir con valentía que creen en Cristo.
Todos los discursos del Papa polaco a los jóvenes pronunciados durante su pontificado componen los tres sustanciosos volúmenes de «Juan Pablo II habla a los jóvenes.Opera Omnia» editados por Ulrich Cyrille Miyigbena. Muchos de ellos pueden encontrarse con éxito en Internet. Se pueden leer extractos y reflexionar sobre ellos. También se pueden encontrar en Internet vídeos de encuentros con jóvenes. Sin embargo, vale la pena recordar un documento en particular: la Carta Apostólica a los Jóvenes del Mundo.
Carta a los jóvenes de todo el Mundo
Este documento fue escrito por el Papa en 1985. Han pasado casi 39 años y probablemente muchos dirán que ya no es actual, porque han cambiado muchas cosas en el mundo. Sin embargo, vale la pena buscar el texto en Internet y comprobar que el contenido de esta carta sigue siendo actual, porque se refiere al encuentro de cada joven con Cristo. El tema principal es una escena del Evangelio en la que Jesús habla a un joven que le pregunta cómo vivir para ser feliz y obtener la vida eterna. Juan Pablo II subraya que la juventud es una riqueza, porque toda la vida está abierta al hombre. Tantas posibilidades, tantas oportunidades, tantas perspectivas, pero también tantos peligros. El Papa explica que uno no puede cerrarse a la eternidad, a Dios, que no se puede limitar la vida de una persona a lo temporal. Tampoco se puede escapar a la evaluacion la propia conducta, las propias acciones, si son buenas o malas. Subrayó el papel de los mandamientos y el rol de la conciencia. Ser una persona de conciencia significa ser una persona responsable y digna de confianza.
Jesús miró con amor y aprecio al joven, que le confesó sinceramente que hasta entonces había guardado los mandamientos morales en su vida. Sin embargo, se fue entristecido porque estaba apegado a los bienes mundanos, de los que no podía desprenderse. A causa de este apego a lo mundano, elige de no seguir a Cristo. Juan Pablo II explica que muy a menudo en la vida se da una situación parecida, cuando no somos capaces de conciliar nuestros proyectos con nuestra vocación. Se trata de conciliar los propios proyectos con Dios, de abrirse a su voluntad, a sus mandamientos, a su gracia disponible en los sacramentos.
Juan Pablo II subraya en esta carta que la juventud es un tiempo para reconocer los propios talentos, un tiempo para trabajar en la propia formación y un tiempo para aprender el buen uso de la libertad. El Papa señala que los jóvenes a menudo son críticos con las diversas manifestaciones del mal que ven en el mundo y en la Iglesia. Para cambiar las cosas, es necesario no sólo protestar, sino vencer el mal con el bien, las manifestaciones de egoísmo e insensibilidad deben ser superadas con actos de amor y atencion por los demás.
Juan Pablo II vio en los jóvenes la esperanza de un mundo mejor, más humano y más justo. Los padres y los profesores desempeñan un papel muy importante en este proceso de formación de los jóvenes. A Juan Pablo II también se le llama el Papa de la familia por muchos esfuerzos que hizo para fortalecer a las familias cristianas, para contrarrestar lo que estaba debilitando a los matrimonios y a las familias cristianas. También subrayó la importancia del papel de las escuelas y de la transmisión a las nuevas generaciones no sólo de conocimientos, sino también de inculcar valores cristianos y morales a los jóvenes.
Cuando el Santo Padre agonizaba en 2005, oyó que una multitud de jóvenes había acudido a la plaza de San Pedro para rezar por él. Entonces pronunció las palabras más significativas: «Os buscaba y ahora habéis venido a mí y por esto os doy las gracias». Juan Pablo II buscó el encuentro con los jóvenes para ayudarles a vivir su juventud y a elegir correctamente el camino de una vida honesta y noble.
Andrzej Dobrzyński
Teano (Instituto Foscolo), 25 de enero de 2024.
Fot. L’Osservatore Romano