“El Centro de Justicia y Paz Juan Pablo II intervino…”, “El Centro Juan Pablo II organizó un curso de formación…”, “Juan Pablo II acudió en ayuda de …”.
A las personas necesitadas, que se encuentran en el campo de refugiados de Bidibidi, en el norte de Uganda, o en las calles de la capital del país, en Kampala, escuchar estas palabras quizá les recuerde la figura blanca del Papa Wojtyla que pedía la construcción de un mundo justo y, por tanto, más humano, que pedía el fin de las guerras fratricidas. Quizás para algunas de estas personas, especialmente las generaciones más jóvenes, sea también una forma de escuchar el nombre del Papa “Juan Pablo II”, y quizás de aprender más sobre él.
Abrir los horizontes de la esperanza
Al poner en práctica las enseñanzas sociales de Juan Pablo II e inspirarse en su legado para sus propias actividades, el Centro aporta esperanza y ayuda concreta a muchas personas. De este modo, da testimonio de Cristo, como Juan Pablo II exhortó repetidamente a los fieles. Lo hizo, por ejemplo, en una homilía pronunciada durante una Misa en Gulu, en el norte de Uganda, el 6 de febrero de 1993. “¿Qué mejor testimonio de nuestra convicción cristiana de la dignidad de toda persona humana, que nuestra preocupación por los pobres, los enfermos y los moribundos?” –preguntó el Papa. En aquella ocasión, añadió que la hospitalidad ofrecida a los refugiados de guerra que llegaban de Sudán, devastado por la guerra civil, era también un testimonio cristiano.
Vale la pena citar las palabras que dirigió a continuación a los presentes, indicando que el compromiso de la Iglesia para afrontar los problemas sociales nace de la Buena Nueva de la salvación de los hombres:
“Jesús pagó el precio para rescataros del poder del miedo y la violencia: ¡os redimió con su Sangre! Mirad, Cristo os llama a ser sus mensajeros. Os llama a construir donde otros han destruido, a ser heraldos de la esperanza frente al cinismo y la desesperación, mensajeros del amor frente a todo tipo de violencia. Hoy, en Uganda, en Gulu, os lanzo un llamamiento a todos vosotros: ¡sed mensajeros de Cristo, el buen pastor! Que todos vean cuánto os amáis unos a otros y cómo cooperáis unos con otros, superando las divisiones con caridad, procurando servir a todos, viendo en ellos a hijos de Dios, hermanos y hermanas vuestros. Por vuestros hijos y por el futuro que Dios tiene reservado para África, debéis ser mensajeros de la luz, que disipa las tinieblas (cf. Jn 1,5). Debéis vencer la cultura de la muerte construyendo la civilización del amor”.
El trabajo de personas concretas
El Centro de Justicia y Paz Juan Pablo II es una institución cofundada por siete congregaciones religiosas: los Hermanos y Hermanas Combonianos, las Hermanas Misioneras de Nuestra Señora de África, los Misioneros de Mill Hill, los Misioneros de la Santa Cruz, los Jesuitas y los Misioneros de África. Representantes de estas congregaciones componen el Consejo de Administración del Centro. Son el Padre Leonard Olobo CSC (presidente), la Hermana Revokate Kabahuma MSOLA, el Padre Tony Wach SJ, el Padre Charles Okata MHM, el Padre Cyprian Binaka CSC, el Padre Lubega Vicent MAfr.
Diez personas trabajan diariamente en el Centro. Junto con el director del centro Afred Avuni, trabajan allí: Paula Likico, Gaudensia Adaa, Brenda Apoya, Auma Nuluyaati, Innocent Byegarazo, James Omony, John Kwiringira y dos sacerdotes, Ted Osuala y Robert Ubemu.
Premio San Giovanni Paolo II
Establecido por la Fundación Vaticana Juan Pablo II para reconocer los resultados de la labor vinculada al legado del pontificado de Juan Pablo II y apoyar iniciativas religiosas, científicas, culturales y sociales inspiradas en su pensamiento y testimonio de vida, el premio fue concedido, en su primera edición, al Centro con sede en Kampala. Ha sido otorgado en reconocimiento a sus actividades realizadas hasta hora, como apoyo al trabajo diario desarrollado por el personal mencionado y a los proyectos que el centro llevará a cabo en el futuro.
El Centro de Justicia y Paz Juan Pablo II existe desde hace dieciocho años, un período durante el cual, sin duda, ha sido capaz de lograr resultados significativos, pero también se ha encontrado con algunas dificultades. Es importante que sus actividades continúen, con la convicción de que está al servicio de la dignidad humana basada en la justicia y la paz, que tiene un legado de bondad y que trabaja para construir una “civilización del amor” derivada de la fe cristiana.
Con ocasión del 20 aniversario de la Fundación Vaticana Juan Pablo II, el Santo Padre dijo a sus miembros y colaboradores: “Por favor, no ceséis en esta buena obra. Que siga desarrollándose. Que el esfuerzo común, sostenido por la ayuda de Dios, siga produciendo frutos magníficos” (Ciudad del Vaticano, 23 de octubre de 2001).
Con ocasión del premio, estas palabras deberían dirigirse también a los asociados del Centro de Kampala, no sólo a la dirección y al personal, sino también a los voluntarios: “¡No ceséis en esta buena obra!”
Andrzej Dobrzyński
Fot. Centro de Justicia y Paz Juan Pablo II