En la colección del Centro de Documentación y Estudio del Pontificado de JP2 en Roma, se encuentra una crónica escrita por dos alumnas del Complejo Escolar Agrícola de Miętne, que constituye un «diario» de la huelga juvenil en defensa de la cruz en su escuela. Contiene relatos, fotos pegadas, recortes de prensa y folletos mecanografiados.
Leyendo estos relatos se puede ver, por una parte, cuánto ha cambiado nuestro mundo, hoy colorido, libre, moderno… y no en blanco y negro. Hoy materialmente más ricos, pero antaño bastante pobres, las personas compraban alimentos con cartillas de racionamiento, hacían largas colas para ir a las tiendas. Sin embargo, eran capaces de disfrutar de las pequeñas cosas. Sabían mejor qué era lo más importante…, es decir, más importante que las posesiones materiales, que una carrera, que tener títulos, reconocimiento, poder, un pasaporte para ir al extranjero, «santa paz» o dinero.
Cuánto han cambiado los polacos…
Las fotos en blanco y negro, imágenes de jóvenes arrodillados, la visible concentración en sus rostros, contrastan hoy con la juventud de la generación del «haz lo que quieras», con el mundo de colores: «Tengo derecho a hacer lo que quiera». El mundo ha quedado dividido en los «mundos» individuales de cada uno de nosotros.
Un artículo del International Herald Tribune (12.03.1984) es revelador. El corresponsal describía una peregrinación de unos 500 jóvenes al santuario de Jasna Góra en defensa de las cruces. Los jóvenes no temían a la fuerza de seguridad nacional “ZOMO”, a ser expulsados de la escuela, a ser estigmatizados. Sin duda, la noticia sobre estos jóvenes que defendían la cruz causó gran impresión en Occidente. Era un recordatorio de que no sólo de pan vive el hombre, de que existen valores espirituales que hay que defender, porque es difícil vivir dignamente sin ellos.
«Un escuadrón de la ZOMO bloqueó el camino a la iglesia. Nos exigieron que enseñáramos nuestros carnés de identidad y uno de los jóvenes levantó una cruz gritando: ¡Estos son nuestros carnés de identidad, no tenemos otros!».
Por otra parte, qué poco ha cambiado el mundo desde entonces; pienso, por ejemplo, en el reciente decreto del alcalde de Varsovia prohibiendo la presencia de una cruz en las oficinas de la capital. Los argumentos sobre la laicidad del Estado o sobre las provocaciones religiosas no han cambiado. Tampoco ha cambiado la represión aplicada con el principio «divide y vencerás», la violación de las conciencias, las promesas, las mentiras, los insultos.
«Oímos cómo nos insultaban diciendo que éramos gentuza «, confesó una de las autores de la crónica.
«Si el ministro de propaganda del gobierno, Jerzy Urban, acaba de decir en televisión que la escuela es laica y que el Estado está separado de la Iglesia, no vamos a discutir aquí si las cruces deben estar o no» – dijo el director del colegio.
«¿A quién se refiere? ¡A Urban! Ese hoy dice «sí» y mañana «no»; quién se lo tomaría en serio, y menos aún con autoridad» – replicó un padre.
«Pusimos a nuestros hijos al cuidado del colegio con plena confianza, y el director les mandó el ZOMO»… – dijo una madre.
«No puedo prohibir a mi hijo que defienda la cruz porque yo misma le enseñé a signarse y a honrar este signo», dijo otra madre.
Los autores de la crónica destacan el papel que desempeñó en este conflicto el obispo Jan Mazur. «Venía de Siedlce los martes y los jueves (…), ayunando a pan y agua hasta que la cruz fue restaurada». Las palabras del obispo y de otros sacerdotes daban esperanza.
«Los jóvenes estaban firmes», escribió una estudiante.
Cabe preguntarse qué ha ocurrido para que una gran parte de los jóvenes de hoy sea tan susceptible a la propaganda antirreligiosa, a la manipulación ideológica, y rechacen los principios morales, cambien de opinión, como una bandera cambia con el viento la dirección en la que ondea. ¿De dónde nace la diferencia entre generaciones separadas por 40 años?
Es probable que la crónica de lo que sucedió en Miętne fuera entregada a San Juan Pablo II, de ahí que se encuentre en la colección del Centro.
Andrzej Dobrzyński