¿Cuál fue la contribución del Papa Juan Pablo II a la difusión de la devoción a Nuestra Señora del Carmen?
Conviene recordar que el padre Wojtyła, cuando trabajaba como vicario en la parroquia de San Florián de Cracovia, entre 1949 y 1951, también se ocupaba de los enfermos. Organizaba retiros para ellos, a los que invitaba al padre carmelita Rudolf para consagrar a los enfermos llevados a la iglesia e imponerles el escapulario. Por su parte, Wojtyła animaba así a los enfermos: «Llevad siempre el santo escapulario. Yo llevo siempre el escapulario y he sacado mucho bien de esta devoción». Gracia que fue subrayada también por su secretario personal, don Stanislaw Dziwisz. Este afirmó que su salida de la enfermedad, causada por complicaciones relacionadas con el atentado contra el Papa, tuvo lugar en la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, el 16 de julio de 1981.
Seguir a Cristo imitando a María
Sin duda, es importante subrayar que la contribución de Karol Wojtyła – Juan Pablo II al desarrollo de la devoción del Escapulario de Nuestra Señora del Carmen fue animar a los fieles a unirse a la cofradía y a ampliar el depósito espiritual de la gracia mediante la oración y el testimonio de vida. Su lema episcopal y papal «Totus Tuus ego sum» recuerda el lema de la Orden Carmelita «Totus Marianus est Carmelus».
En su discurso al Capítulo General de los Carmelitas dijo: «Hay un elemento cristológico y mariano muy fuerte y profundamente arraigado en vuestra Orden: seguir a Cristo imitando a María. Deseo que conservéis estos tesoros, que los profundicéis y renovéis…». (Ciudad del Vaticano, 24 de septiembre de 1983). Estas palabras recuerdan la confesión de Juan Pablo II sobre el desarrollo de su devoción mariana. Descubrió, leyendo el Tratado de la verdadera devoción a María de San Luis Grignion de Monfort, que la devoción mariana está esencial y completamente unida a Cristo. No lo oscurece, sino que, por el contrario, conduce a un vínculo más profundo entre el cristiano y el Salvador.
La devoción del Escapulario de Nuestra Señora del Carmen ha sido clasificada como una de esas formas de piedad que iluminan la mente con «enseñanzas sobrenaturales» y «fortalecen el espíritu en la práctica de la vida cristiana». Juan Pablo II subrayó que esta devoción se distingue por su «sencillez», es «comprensible para todos» y puede difundirse fácilmente entre los fieles. Afirmó que lo importante de esta devoción es que nos recuerda que la meta de nuestra vida es la salvación eterna y que nos asegura la intercesión de María (Adamello, 16 de julio de 1988).
Un modelo para la realización de todas las virtudes cristianas
También es interesante la referencia al Monte Carmelo, símbolo bíblico de gracia, bendición y belleza. En este monte los carmelitas erigieron el primer monasterio dedicado a Nuestra Señora, en quien veían un modelo para la realización de todas las virtudes cristianas. En ella veían también un modelo de contemplación de Dios y de «escucha atenta y meditación de la palabra de Dios», así como de obediencia a su voluntad en la vida cotidiana. Así pues, la devoción al escapulario de Nuestra Señora del Carmen significa -explicó Juan Pablo II durante el rezo del Ángelus el 24 de julio de 1988- la incorporación a la espiritualidad carmelitana, la entrada en el camino de la perfección cristiana bajo la guía de María y la participación en los bienes espirituales de toda la familia carmelitana». «A través del escapulario, los devotos de Nuestra Señora del Carmen expresan su deseo de modelar su vida a partir de su ejemplo de Madre, Protectora, Hermana y Virgen piadosa, acogiendo la palabra de Dios con corazón puro y dedicándose al servicio ardiente de sus hermanos».
El año 2001 marcó el 750 aniversario de la entrega del escapulario a San Simón Stock. Con ocasión de este jubileo, Juan Pablo II emitió un mensaje especial dirigido a los Superiores Generales de las dos ramas de la Orden Carmelita y fechado el 25 de marzo de 2001. Lo que se desprende de este mensaje es la sabiduría y la experiencia, así como la conexión personal de Juan Pablo II con el escapulario.
Una síntesis evocadora de la espiritualidad mariana
Cabe destacar que en la espiritualidad carmelita, María no es sólo un modelo a imitar, sino también, como señala el Papa, una «dulce presencia» de Aquel en quien, como Madre y Hermana, podemos confiar profundamente. A continuación, el Santo Padre subrayó el vínculo entre la devoción asociada al escapulario y la consagración al Corazón Inmaculado de María. «Esta profunda vida mariana, expresada en la oración confiada, en la adoración admirativa y en la imitación diligente, lleva a comprender que la forma más auténtica de devoción a la Santísima Virgen María, expresada en el humilde signo del Escapulario, es la consagración a su Corazón Inmaculado. De este modo, se realiza en el corazón una comunión y una intimidad cada vez mayores con la Santísima Virgen María, como un nuevo modo de vivir para Dios y de continuar aquí en la tierra el amor del Hijo Jesús a su Madre María». (n. 4). Juan Pablo II vio que la piedad del escapulario no sólo refleja la espiritualidad mariana carmelita, sino también el perfil esencial de la fe cristiana, es decir, la vida de Cristo y de la Iglesia unida al desarrollo integral del hombre y de la comunidad. Merece la pena citar un amplio pasaje de este mensaje:
«El signo del escapulario contiene una síntesis evocadora de la espiritualidad mariana que anima la piedad de los creyentes, estimulando su sensibilidad a la presencia amorosa de María Madre en sus vidas. El escapulario es en esencia un «hábito». Quienes lo reciben se incorporan o asocian más o menos íntimamente a la Orden del Carmelo […]. El signo del escapulario evoca dos verdades: una habla de la constante protección de la Santísima Virgen María, y no sólo en el camino de la vida, sino también en el momento del paso hacia la plenitud de la gloria eterna; la otra es la conciencia de que la devoción a Ella no puede limitarse a oraciones y homenajes que se le rinden en ocasiones concretas, sino que debe constituir un «hábito», es decir, dar una orientación constante a la conducta cristiana, basada en la oración y en la vida interior mediante la adhesión frecuente a los sacramentos y a obras concretas de caridad hacia el cuerpo y el alma. De este modo, el escapulario se convierte en signo de la «alianza» y de la comunión recíproca entre María y los fieles: en efecto, expresa concretamente el don que Jesús hizo a Juan y, a través de él, a todos nosotros regalándonos a su Madre en la Cruz, y también recuerda la entrega del amado Apóstol y de nosotros a Aquella a quien instituyó como Madre espiritual» (n. 5).
Conclusión
La devoción asociada al escapulario subraya la superioridad de la vida espiritual sobre la temporal y la necesidad de la oración. Subraya el papel de la gracia y el tesoro espiritual de la oración, del que todos se benefician. El escapulario es un signo de confianza en Dios y en la Virgen. Es una expresión de fe en la acción de Dios y en el papel de la intercesión de los santos, especialmente de la Madre de Cristo.
Juan Pablo II combinó su enseñanza sobre la devoción a la Virgen asociada al escapulario con su testimonio personal de fidelidad al uso del escapulario, origen de su fuerza espiritual. «También yo llevo desde hace mucho tiempo el escapulario carmelita en el corazón. Con amor a la Madre celestial común, de cuya protección experimento constantemente, os deseo […] que crezcáis en el amor a Ella y que reforcéis en el mundo la presencia de esta Mujer de silencio y de oración, invocada como Madre de misericordia, Madre de esperanza y de gracia».
Andrzej Dobrzyński