Monseñor Jacques (Julian Yacoub) MOURAD nació el 28 de junio de 1968 en Alepo, Siria. Desde los
primeros años de su vida estuvo vinculado a la Iglesia Católica Siria y, tras completar sus estudios
secundarios, comenzó su formación como seminarista en Charfet, Líbano, donde estudió filosofía y
teología. Continuó sus estudios en la Universidad Saint-Esprit de Kaslik, donde obtuvo la licenciatura
en teología litúrgica. Un momento importante de su camino vocacional fue su ingreso en la comunidad monástica de Deir Mar Musa Al-Abashi, la cual él mismo fundó junto con el jesuita italiano Paolo Dall’Oglio. Esta comunidad, también conocida como Mar Moussa, está dedicada a construir puentes entre el cristianismo y el islam, promover el diálogo entre religiones y culturas y vivir en un espíritu de fraternidad. Jacques MOURAD hizo su profesión monástica en 1993, y en agosto de ese mismo año recibió la ordenación sacerdotal, siendo incardinado en la archeparquía de Homs.
Durante varios años de su ministerio, estuvo vinculado al monasterio de San Elian en Al-Qaryatayn, cerca de Homs, donde desde el año 2000 fue prior y párroco de la comunidad local. Su labor pastoral no se limitaba a la administración de los sacramentos, sino que incluía también una amplia actividad caritativa y social. Apoyaba a los refugiados y a las víctimas de la guerra, organizaba el suministro de agua y electricidad, ayudaba en el cultivo de los campos y ofrecía asistencia sin distinción de fe o tradición religiosa. Fue en ese período que se hizo conocido como un sacerdote totalmente dedicado a la comunidad local y fiel a la misión del diálogo entre islam y cristianismo, convencido de que el futuro de Siria depende de la colaboración de todos sus habitantes, independientemente de su religión o confesión. En mayo de 2015, los milicianos del llamado Estado Islámico lo secuestraron del monasterio de Mar Elian. Durante cinco meses estuvo encarcelado y sometido a torturas psicológicas y físicas. Fue muchas veces amenazado de muerte y presionado para que renegase de su fe. Frecuentemente ha recordado que durante ese período su fuerza venía de la oración, especialmente el rosario, y de la espiritualidad arraigada en la tradición monástica. Consiguió salvarse gracias a la ayuda de varias personas, en particular musulmanes a quienes él mismo había prestado su apoyo anteriormente. Su liberación se convirtió en un símbolo de que la solidaridad y el bien, incluso en los momentos de mayor oscuridad, pueden convertirse en fuente de salvación.
Tras su cautiverio, Jacques MOURAD vivió durante un tiempo en los monasterios de la comunidad de San Salvatore en Cori, Italia, y en Sulaymaniyah, Irak. En 2020 regresó a Siria, donde asumió el cargo de vicario superior de la comunidad de Al-Qaryatayn y responsable de asuntos económicos. Se ha distinguido por su valentía y su profunda convicción de que los cristianos no deben abandonar Siria, a pesar de las dificultades, los sufrimientos y la destrucción causados por la guerra. El 7 de enero de 2023, el Sínodo de Obispos de la Iglesia sirio-católica lo eligió arzobispo de Homs y el papa Francisco
aprobó este nombramiento. Recibió la consagración episcopal el 3 de marzo de 2023. Como arzobispo de Homs, no solo ejerce el ministerio pastoral, sino que también se ha convertido en una voz moral y espiritual para toda Siria. Interviene regularmente para pedir acceso a la ayuda humanitaria, se opone a toda forma de persecución e injusticia, y subraya la necesidad de la colaboración entre todas las comunidades que habitan el país.
Monseñor Jacques MOURAD habla varios idiomas, entre ellos árabe, siríaco, francés, inglés e italiano. Es apreciado por su empatía, humildad y capacidad para unir a las personas. En sus intervenciones públicas recuerda que los cristianos en Siria no son solo víctimas de la guerra, sino parte integrante de una sociedad más amplia en la que conviven musulmanes, alauitas y fieles de muchas otras tradiciones. Subraya que el diálogo y la cooperación no son un lujo, sino una necesidad si se busca que Siria tenga un futuro. Su historia —desde sacerdote al servicio de la población de Al-Qaryatayn, pasando por el secuestro y el cautiverio por parte del ISIS, hasta la asunción de la sede arzobispal de Homs— lo convierte en una de las figuras más simbólicas de la Iglesia en Oriente Medio. Es testigo del valor, la fidelidad a la fe y la misión de la Iglesia, que permanece junto a los que sufren. Para muchos cristianos y musulmanes en Siria se ha convertido en un signo de esperanza de que incluso en los momentos de crisis más dura es posible la reconciliación y la reconstrucción común de la vida
social.
Michał Kłosowski